Nuestro navegante interior no sólo se nutre de esa voz que viene de lo más profundo de nuestra alma, también tiene otro aliado fundamental. Para sentir, para expresar, para disfrutar y experimentar lo hermoso y placentero...
No hay ser humano más admirable que la persona competente y humilde. La gente orgullosa termina sola, la gente impulsiva termina sola, la gente que discute, critica, juzga y mide con la misma vara, también. Pero para poder encontrarnos, reconocer, mirar, enfrentar y aceptar nuestros límites hay que ser valiente. Sólo una persona valiente es capaz de hundir sus pies en sus propias zonas oscuras y darles pelea. Todos tendemos a negarlas, racionalizarlas, minimizarlas, ocultarlas ante los demás, creer que el modificarlas no cambiaría en nada nuestra vida.
Sin embargo, los seres humanos estamos dotados de un órgano invisible que es nuestra conciencia. Yo la llamo nuestro “navegante interior” Su voz puede ser apenas audible o haber decidido silenciarla, pero en algún momento, frente a ciertas circunstancias, siempre aparece. Aparece para iluminarnos el camino, para mostrarnos que estamos llamados a ser más de lo que hoy somos, a alejarnos de la comodidad y a caminar hacia la mejor forma de nosotros mismos.